Trazabilidad o la seguridad de conocer el origen de lo que comemos

En 1996, tras la crisis de la encefalopatía espongiforme bovina, a la que denominamos coloquialmente como la “enfermedad de las vacas locas”  y que afectó a la confianza del consumidor y como consecuencia, a toda la industria alimentaria, la Unión Europea llevó a cabo una importante reforma de su política y normativa. El resultado: la trazabilidad de los alimentos se convirtió en pilar fundamental de la cadena alimentaria. En lo que se refiere al mundo de las semillas, la trazabilidad también supuso una revolución: Los agricultores se vieron obligados a garantizar el origen de sus cultivos, siendo competencia de las comunidades autónomas el control administrativo y técnico del proceso.

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La semilla certificada es la única que garantiza el origen, la sanidad vegetal y la ausencia de enfermedades, por tanto es condición sine qua non para obtener un producto final absolutamente garantizado y de calidad. Su tecnología ha conseguido simplificar operaciones al tiempo que ha maximizado las expectativas y los resultados de la producción. Para el agricultor, la elección de la semilla es un paso crucial a partir del cual comienza una actividad que debe contar con las garantías suficientes para desarrollar la matriz productiva.

¡Buena entrada de semana para todos!